miércoles, 18 de marzo de 2015

Artículo de monseñor César Franco sobre el curriculum de la clase de Religión

La polémica sobre el currículum de Religión demuestra qué necesario es impartir en la escuela esta asignatura. Así, las jóvenes generaciones podrán en el futuro no sólo alardear de espíritu democrático, sino vivirlo con coherencia desde el conocimiento del hecho religioso y la capacidad de dialogar sobre él. Para ello son necesarias ideas claras y distintas. Ya decía nuestro escritor Baltasar Gracián: «Hombre sin noticia, mundo a oscuras». Por lo que toca a la Religión en la escuela, falta mucha noticia sobre su necesidad y sentido. No debe extrañarnos la oscuridad de ciertos planteamientos.
Las críticas contra el currículum van en una doble dirección. Se dice, en primer lugar, que el Gobierno actúa bajo el mandato de los obispos al publicar un currículum redactado por ellos. Tal afirmación se descalifica sola, ya que la Lomce dice: «La determinación del currículum y de los estándares de aprendizaje evaluables que permitan la comprobación del logro de los objetivos y adquisición de las competencias correspondientes a la asignatura Religión será competencia de las respectivas autoridades religiosas». No puede ser de otra manera, a no ser que el Estado se convierta en el adoctrinador de los alumnos, como pretende alguna autonomía determinando los contenidos de la asignatura. Urge recordar que la Constitución española afirma que «los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones» (art. 27). Es de lógica elemental que la redacción del currículum corresponda a la confesión religiosa propia de los padres.